Al abrir los ojos descubrí la presencia de una hormiga que caminaba junto a mis pies, muy cerca, muy pequeñita. Pensé moverla, obstaculizarla, jugar con ella, y hasta aplastarla siguiendo un bajo instinto. Mientras planeaba mi actuación, vi que ella se movía con libertad, de modo que, simplemente, contemplé con alegría, como contempla el creador a sus criaturas. Y, al mover un pie, vi una hormiga que había permanecido aprisionada, y supe que no sobreviviría, y lloré su vida como llora el creador la muerte de sus criaturas. Y vi también cómo otra hormiga se acercaba a su hermana maltrecha. Ambas, abrumadas por el misterio de la muerte, compartieron las últimas risas y las últimas historias. Qué horrible debe ser tener tanto poder como para aprisionar bajo los propios pies a sociedades enteras. Ojalá los hombres y mujeres, maltrechos, hermanos y abrumados ante los misterios, no olvidemos compartir, como las hormigas, las risas y las historias.
Un espacio de reflexión que incluye opiniones, pensamientos, reflexiones, certezas y creencias que no tienen por qué ser ciertas, pero que son mías. Soy misionero. Soy cura. Intento creer...