Mientras planeaba mi actuación, vi que ella se movía con libertad, de modo que, simplemente, contemplé con alegría, como contempla el creador a sus criaturas.
Y, al mover un pie, vi una hormiga que había permanecido aprisionada, y supe que no sobreviviría, y lloré su vida como llora el creador la muerte de sus criaturas. Y vi también cómo otra hormiga se acercaba a su hermana maltrecha. Ambas, abrumadas por el misterio de la muerte, compartieron las últimas risas y las últimas historias.
Qué horrible debe ser tener tanto poder como para aprisionar bajo los propios pies a sociedades enteras. Ojalá los hombres y mujeres, maltrechos, hermanos y abrumados ante los misterios, no olvidemos compartir, como las hormigas, las risas y las historias.
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