100 metros separaban aquellas tiendas. En una, sin más presentación que una luz sugerente y una joven a la puerta, entraba un gordo que rondaba los 60. En la otra, ya a punto de cerrar, no quedaba nada ni nadie. Sólo la dependienta y un cartel sobre la puerta: "Alta Peluquería Canina". Qué pena de joven. Qué pena de viejo. Qué pena de paseo. Sólo la imagen del papa caminando por las chavolas italianas me devolvió algo de luz. Jesús, sin duda, debía andar por allí...
Un espacio de reflexión que incluye opiniones, pensamientos, reflexiones, certezas y creencias que no tienen por qué ser ciertas, pero que son mías. Soy misionero. Soy cura. Intento creer...