Hace dos semanas la luz de la entrada del baño comenzó a parpadear. Es cierto que en un principio me alegró el recuerdo de esos focos cegadores de las discotecas pasadas. Bueno, sé que eso último es raro, pero hay algo normal en esta historia: también me acordé de Einstein con su teoría de la dualidad onda-partícula del haz de luz. Pero la tercera razón-recuerdo que yo esperaba nunca llegó, y consideré más oportuno tratar de mantener esa luz apagada hasta nueva orden. Tras muchos esfuerzos, el porcentaje de encendidos es ya inferior al 50%, lo cual hace que el baño deje de ser para mí una fuente de enfados constantes y se convierta de nuevo en un lugar relativamente apacible. De momento, no habrá nuevas ordenes en lo referente a la reposición lumínica. La semana pasada, el martes, fue mi oído el que sufrió gravemente al dispararse la alarma del ambulatorio. El incidente afectó a bastantes personas, las cuales reaccionaron con multitud de actuaciones: quejas, manos a los oídos, búsque...
Un espacio de reflexión que incluye opiniones, pensamientos, reflexiones, certezas y creencias que no tienen por qué ser ciertas, pero que son mías. Soy misionero. Soy cura. Intento creer...