Todo parecía en calma. Nada era especial en apariencia, y él lo sabía, pero todo le invitaba a detenerse. Él lo hizo. Vació la maleta, sacudió los zapatos, se desnudó de ropajes y de días pasados, y miró su vida en espejos, en cientos de espejos.
Los ideales de juventud y los rostros que atesoraba le dieron pistas sobre su identidad. El dolor puso sus pies sobre la tierra. La esperanza mantuvo su ilusión.
Tras contemplarse una última vez, ya más consciente, tomó aire, y emprendió de nuevo el camino. Lo emprendió con un salto, confiado en que los brazos de otro le sostendrían.
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