Cuando cierro mis ojos veo los
suyos abiertos. Recordando, recuerdo las calles de la ciudad mezclada, y ellos
aparecen cerca.
A menudo de frente, chapurreando
palabras que piden unas monedas y gritan la pregunta por la dignidad. A veces
también de lado, jugando a decir sus nombres mientras se esconden y asustan con
bromas. Pero siempre en el margen, en el costado, en la casa de cartón donde
viven los niños que en el mundo están a la cola.
A menudo de frente, a veces
también de lado, pero siempre en el margen, en el costado, en la acera fría
donde esnifan pegamento los que son llamados por todos “los niños de la cola”.
Tánger. 8 de Diciembre
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