El miedo y el odio son dos caras
de la misma noticia, dos pasiones que someten al hombre, haciéndolo individuo.
El miedo es causa y consecuencia del odio, y el odio no es otra cosa para el
miedo. No lo digo yo, lo dice el telediario. Cada día, todos los días, desde el
otro día. Día en que unos locos armados –que odian tanto que asustan, ¡tanto
que parecen no tener miedo!-, iniciaron su plan de ataque.
Vivimos tiempos complejos,
repiten los ignorantes de la historia, los presuntuosos que creen haber alcanzado
el culmen de lo humano: ¡En pleno siglo
XXI! Como si todo hubiera sido fácil para el pasado y para sus víctimas.
Vivimos tiempos complejos, divagan
los cobardes sin saber si a favor o en contra, los jefes de redacción que no
saben si mostrar en portada al profeta lacrimoso o al guapito metegoles, CR7.
Vivimos tiempos complejos, se
excusan los políticamente interesados, sea para no condenar una masacre o para
poner encima de la mesa las guerras que precedieron a esta guerra.
Vivimos tiempos complejos,
escriben los adolescentes en sus cuadernos, abrumados por el que será su primer
recuerdo terrible y mediatizado.
Odio y temo a los que se escudan
en la complejidad de los tiempos, a los que evitan el análisis y echan balones
fuera.
No obstante, odio y temo mucho
más –temo sobre todo- a quienes dan soluciones simplistas, creyendo que viven
tiempos fáciles. Temo a quienes afirman temer al Islam, cuando en realidad
odian todo lo que, por ser distinto, sienten como amenaza. Temo a quienes
piensan que el odio y el miedo simplemente nacen, un día, en el corazón de dos
hermanos. Temo a quienes, temiendo a Dios, odian a hombres, mujeres y niños. Me
temo a mí mismo y temo, sobre todo, a quienes usan el odio y el miedo como
estrategia...
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