-Pasado-
René Girard, crítico literario, historiador y filósofo, dedicó parte de su pensamiento a elaborar la teoría de la mímesis, en origen orientada al análisis de obras literarias, pero que pronto se utilizó para analizar la violencia que acontece en sociedades.
En el ser humano, como en los animales, se entrelazan deseo y envidia, identificación y rechazo, necesidad de formar parte de un colectivo e individualismo, rivalidad y unión.
Para Girard, cuando las comunidades arcaicas se encontraban en crisis, aparecía la violencia, y la reacción compartida era la de eliminar de la comunidad a aquel a quien apuntaba el dedo acusador del grupo, de manera casi nunca justa. El chivo expiatorio.
Imagino a poblaciones descuartizando y colgando como ofrenda a aquel que, en tiempo de lluvia, había anticipado la sequía que poco después llegó, dejando sin cultivo las tierras.
Imagino colgada junto a él a su mujer, que compartía a partes iguales la responsabilidad total, pues ella, que debía haber tenido ya cinco hijos, había sido infecunda, como lo era ahora la tierra. ¿No sería ella la principal responsable?
Imagino al pueblo, tranquilo y desrresponsabilizado en medio del hambre, confiado en que, con el foco de su mal apagado, pronto volverían la paz y la abundancia a su tierra.
Imagino, por último, cómo tarde o temprano volvían la lluvia, el alimento, y el olvido: con la lluvia, los pobladores bailaban; con el alimento, los jefes rechazaban la posibilidad de acumular grano en previsión de carestías futuras; con el olvido, nadie se planteaba que aquellas víctimas fueran víctimas, y que nada habían tenido que ver con el mal de su tierra.
Todos eran responsables, pero nadie lo sabía.
La única culpa que sentían era la de haber permitido vivir tan cerca a quienes tanto daño les hacían.
Los sentimientos que predominaban, al fin, eran la unidad y el éxtasis. Ahora que habían encontrado un enemigo, y lo habían combatido, eran un pueblo más fuerte. UNO. GRANDE. LIBRE.
-Presente-
La teoría de Girard supera fronteras. No sólo pasó de la crítica literaria a la historia, a la psicología, o a la sociología, sino que también pasó de enfocarse en la situación de las sociedades primitivas al análisis de las sociedades contemporáneas. Quizá porque su teoría resulta completa. Quizá porque nuestras sociedades tienen algo de primitivas y sus pobladores digitales tienen algo de animales.
El caso es que, en esto tiempos de crisis (crisis en plural), la identidad se pone en cuestión. Pocos saben quienes son y, quienes creen tener una identidad, la tienen a menudo por "oposición". Catalanes no españoles. Españoles no africanos. Estadounidenses no soviéticos. Rusos no ucranianos. Sudaneses del sur y del norte. Béticos. Madridistas...
Y miramos las dinámicas populares, y los movimientos políticos, y los mensajes de los partidos y las escaladas de votos, y lo que se dice de las personas inmigrantes (también llamadas inmigrantes ilegales, obviando explícita e implícitamente lo de "personas"), y no puede uno más que asustarse o participar de esta dinámica animalizadora y sutilmente violenta.
Todos hablan, todos hablamos de los "inmigrantes". Los hay que dicen quererlos, mientras los convierten en objetos de consumo emocional. Los hay que dicen protegerlos, mientras los convierten en material de propaganda, y sacan selfies con ellos para ganar votos y subir popularidades. Los hay que callan y, pesimistas, creen que nunca nada cambia ni cambiará. Y los hay, por último, animales: éstos son los que, sin pelos en la lengua, nos invitan a considerarlos nuestro enemigo, el foco de los problemas de nuestra sociedad, el objetivo a eliminar, el centro de nuestra preocupación, el riesgo de nuestra vida.
Y así nos desrresponsabilizan de nuestras crisis (como el pueblo primitivo y sus sequías), y así nos hacen sentir seguros y a salvo, y así nos hacen olvidar que, como el hombre y la mujer de tiempos antiguos, los hombres y mujeres que cruzan desiertos, mares y fronteras, no son nuestros enemigos, ni deben ser nuestros chivos expiatorios, sino que son, sobre todo, víctimas de una sociedad en crisis, tan nuestra como suya.
-Futuro-
Podremos echarles a todos mientras bailamos. Podremos volver a la abundancia y creer que teníamos razón. Podremos olvidar que son miles los que mueren sin nombre. Podremos unirnos contra ellos, sentirnos grandes, creernos libres.
En cambio, si nos deshacemos de estas crisis con una mirada tan corta y con un reguero de víctimas tan largo, estaremos plantando para el futuro la semilla más infértil, la que olvida que no somos animales, que la economía es un instrumento, y que las víctimas no son culpables.
Nosotros, también yo, seguiremos hablando.
Dios, en cambio, seguirá callado, y seguirá muriendo.
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