Noche, kilómetros,
horas, camino.
Luna mirada,
cielo escondido.
Camino, gasolina y asfalto.
Noche, belleza, mirada,
amor, y más camino.
Minutos, paz,
tiempo para no hacer,
para hacer la nada:
el silencio.
Tiempo para mirar,
para ver y no ver.
Tiempo para estar,
en el asiento trasero;
sólo, como siempre,
y acompañado.
Segundos, ruedas, coches,
sonrisas, acentos, viajes.
El roce del aire,
la radio que no oye,
que da un pobre ruido no más:
dispersión ofrecida,
distorsión fastidiosa.
En el camino,
la compañía y la búsqueda.
Aparece ahí la mejor respuesta:
la que nos sumerge y nos descubre
la profundidad de la pregunta.
La que desnuda el misterio.
La que nos hace cantar:
"Tú eres mi Hijo:
te quiero".
Feliz Navidad, caminante, poeta y compañero. Un abrazo fuerte.
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