Desafiando toda norma en aquel día de lluvia, tres niños pasaron el recreo jugando bajo la lluvia. Dos horas de rebelión y de poesía. Hoy, uno de ellos se mueve entre palabras -cuentan que publicaron su novela- mientras otro suspira con acordes. Luego estoy yo, torpe aprendiz de la esperanza, loco que ha encontrado una linterna y quiere con ella adentrarse en la espesura...
Es loco el viejo barbudo... De un tiempo a esta parte se volvió tan franco y libre que no tiene problema en llevarse con frecuencia a sí mismo la contraria, sin dejar por ello de pensar como piensa ni de hablar lo que dice, incluso aunque a veces, prefiriendo no pensar, simplemente calle. Yo quiero de mayor ser como él, viejo, barbudo, libre y loco. Y si no llego a mayor ni me curo de lampiño, me conformo con libre y loco, que cuerdos ya los hay muchos, y no existen locos presos. Los viejos con los años se liberan de todo... ...los libres parecen locos... ...y los locos, aunque mueran, jamás envejecen. ¿Cómo no desear la libertad de cumplir años? ¿Cómo huir de la locura del evangelio?
Comentarios
Publicar un comentario