No sé cómo podíamos vivir sin politonos en el 2001", decíamos en el 2006
mientras nos pasábamos música por infrarrojos. Nuestros labios
esbozaban una sonrisa pícara, como si hubiéramos alcanzado todo, como si
fuésemos los reyes de algo, como si fuésemos más que el de al lado o
quisiésemos regalarnos una exclusiva.
No supimos reconocer que la
historia era mucho más que lo que nuestro ego nos dejaba ver. Tal vez la
escasez de perspectiva o la emoción ingenua nos hizo confundir ideales
que pudieron haber sido nobles con argumentos que no llegaron a ser
tales.
La música nos hace humanos, pero lo cierto es que nunca nos ha sido fácil ponernos de acuerdo en la melodía. Algunos aspiran al respeto y al diálogo, y eso es bonito. Otros tantos prefieren el insulto, el ruido y el silbato.
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