Actualmente, mi madre mira con cierta nostalgia la habitación que dejé. En otros tiempos, no tan lejanos, me increpaba por el desorden que en ella imperaba. Yo, despreocupado, me acogía a mi propia legislación, alegando que allí reinaba un "caos creativo".
Pero toda ley debe establecer unos límites, y mi auto legislación no podía ser menos. Dos de ellos, referidos a la potestad de limpiar y arreglar bienes-inmuebles, son los siguientes: "cuando lo que existe al otro lado de tu ventana aparezca a tus ojos en blanco y negro, ha llegado el momento de limpiarlo", "cuando la puerta del armario lleve 9 meses sin cerrarse por rotura, ha llegado el momento de arreglarlo" (Art. III y IV de la ley Nº 423/7 "Ley particular del procedimiento caótico auto legislado en espacios privados")
De modo que me armé de valor, limpiacristales, trapo y periódico, y comencé la batalla. La alegría cromática, el renacer de lo otro, la paz encontrada con un sencillo esfuerzo, me dieron ánimo para emprender la segunda y última misión: la del armario.
Un hermano, Claudio, muy hábil para todas estas cosas, lo mismo un crucifijo desmontado que, como era el caso, una pieza doblada por un mal golpe, fue quien me echó una mano. Y a eso de las 12 de la noche del domingo, ¡el armario estaba arreglado!
Lástima que tras varios días recogiendo los buenos frutos del fin de semana, la cosa se torciese. Esta misma tarde, hace un rato, conducía a casa cuando una tromba de agua se presentó de repente. Llegué, bajé, avancé apresurado a mi habitación, me descalcé a la puerta y, mientras sacudía mi escaso y húmedo pelo con los dedos, me encomendé a lo encomendable para que la ventana no estuviese abierta de par en par.
Preparado para lo peor, abrí la puerta, y la grotesca imagen de la ventana llena de agua se clavó en mi retina y me trastocó el corazón. Me negué a que el trabajo realizado hace tan poco tiempo quedara en nada, y de nuevo con el equipo de trabajo arreglé el estropicio.
Mientras limpiaba, me preguntaba: ¿qué habría pasado si este chaparrón hubiera caído hace un mes, cuando mi ventana estaba sucia? Y mi lucidez respondió a mi inquietud: eso que dices ya ocurrió, pero preferiste no escuchar. Y, peor aún, cuando pasen unos días olvidarás que un día fuiste limpiador de ventanas.
Y era cierto. Recordé entonces tantas ventanas olvidadas a través de las cuales el mundo sólo brilla en blanco y negro, en un triste blanco y negro: Irak, Haití, Sudán... y ese mendigo que nunca salió en el telediario.
Tienes razón- le dije a mí mismo- me olvidaré.
Entonces, él y yo, realista y soñador, miramos al cielo.
Martín, siento halagarte tanto, pero es que no sé de cómo se te ocurren estas cosas, aunque no te suela comentar te sigo bastante, eres un mezcla entre genio y luchador, y además utópico... Un abrazo!
ResponderEliminarMuchas gracias J. Manuel!
ResponderEliminarEspero que estés bien y que nos veamos pronto, en Loja mismo, jejeej (un jejej con sonrisa real)
Lo de utópico... normal por la juventud
Lo de luchador... luchador sin voluntad
Lo de genio... raro
Pero gracias de todas formas. xD
Un abrazo!!