Marcos Díaz trabajaba mucho, y quiso tomar unas vacaciones. Dejó su maletín y su nombre y agarró el avión en Barcelona. Hizo escalas en Londres y Nueva Delhi, para aterrizar finalmente en Bangkok. Aquella noche se puso elegante y salió del hotel, decidido a pasar un buen rato. Mujeres, baile, música y alcohol. Drogas, sexo, luces y anonimato.
Pasados tres días, Marcos retornó a casa, se puso de nuevo el nombre y volvió a la oficina. Estuvo unos días tranquilo, en la falsa paz de quien no quería saber que 14 eran los años de la niña con la que se acostó, 14 las horas que trabajó aquel día el niño que tejió su traje, y 14 los días que le quedaban para morir de egoísmo, de tristeza y de un disparo.
La Iglesia se llenó en su funeral. Grande fue el lamento y grandes las herencias. Su muerte, como su vida, valió más que la de los niños tumbados por las balas de las armas que le hicieron rico.
16 abril, día internacional contra la esclavitud infantil
Actualmente, 250 (ó 300, ó 400...) millones de niños esclavos
Y mientras tanto...
Tus entradas hablan por sí solas por lo que me es completamente imposible añadir ninguna otra palabras. Abrazos
ResponderEliminarEs posible hacer crecer la compasión. Se transmite por contagio. Un abrazo.
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