100 metros separaban aquellas tiendas. En una, sin más presentación que
una luz sugerente y una joven a la puerta, entraba un gordo que rondaba
los 60. En la otra, ya a punto de cerrar, no quedaba nada ni nadie. Sólo
la dependienta y un cartel sobre la puerta: "Alta Peluquería Canina".
Qué pena de joven. Qué pena de viejo. Qué pena de paseo. Sólo la imagen
del papa caminando por las chavolas italianas me devolvió algo de luz.
Jesús, sin duda, debía andar por allí...
Cada cierto tiempo alguien me dice: Martín, ¿ya no publicas lo que escribes, o es que has dejado de escribir? No tengo respuesta. O sí. A veces uno tiene necesidad de vivir, y a veces de pensar lo vivido. Y este tiempo, quizá, he estado ocupado. O perdido. O enfocado. O distraído. Qué más da. Hoy escribo para ti, así que prefiero no desvelarte lo que es mío. Necesito que antes recuperemos la confianza. Han pasado dos años. Dos años desde la última vez. Enero de 2020. Y me enfrento a ti, lector, y a mí mismo, con el pudor de dos antiguos amigos que, compartiendo mesa en la boda de un pariente lejano, se observan, como tratando de descifrar los restos de un pasado compartido, las marcas de tropezones en la cancha, pedradas en el parque, estrellas en el alma. -¿En serio eres tú?- nos preguntamos sin apenas decir. Todo ha cambiado. Todos hemos cambiado. Te miro, mientras suena la música. Te miro y no sé quién soy. -¿Qué tal te fue la guerra? -pregunto. Poco después me arrepien...
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