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Mostrando entradas de 2017

A los famosos de mala fama

Los famosos, con el noble fin de ayudar a los que sufren, escriben y venden libros, ruedan y distribuyen documentales autobiográficos en los que expresan las dificultades que, también ellos, padecieron cuando eran homosexuales en lo secreto, golpeados en el patio por su obesidad, objetos de burla por su nariz aguileña, o miembros de una familia patriarcal, violenta y rota en un contexto suburbial. Sin duda, su ejemplo puede ser un estímulo. Ojalá lo sea. Invito también a los famosos de mal ejemplo a que aprovechen ese tirón mediático. Pido que hablen a aquellos que estuvieron del otro lado: a los machitos homófobos, a los agresores del sexto curso, a los guapos sectarios, a los padres abusadores de buenos barrios. Por desgracia no abundan. Parece que el bien tiene más recorrido cuando conviene a sus promotores.

¿Qué has dicho, Casandra?

Actualmente, descubrimos en nuestro país un acalorado y recurrente debate sobre la libertad de expresión. Cada polémica nueva es una ocasión para renovar el odio y las disputas, a base tantas veces de prejuicios y malas intenciones. Reconozco que me preocupa, me preocupa mucho, y cada vez más. Me preocupa porque, más allá de cada hecho concreto, percibo una incapacidad creciente para elaborar juicios morales libres, para alcanzar opiniones fundadas y para expresarlas serenamente. No sólo eso. Cuando alguien expresa una opinión personal, con respeto y con una base moral que merecería poco menos que un aplauso, no tarda en ser manipulado. Los que se creen cerca de él, aprovechan su figura para dotarse de argumentos que, lo reconozcan o no, les faltan. Quienes se creen lejos, no tardan tampoco en encasillar su figura, en tirar de hemeroteca o simplemente, cuando esta es pobre, en recurrir al insulto, la confusión o el desprestigio irrefrenable de la mentira. Me preoc

El derecho a la ofensa: Penes, Vulvas y Drags-Queens

Nuestra sociedad ha cambiado mucho. La modernidad, la filosofía, la religión, la concepción unitaria de la historia, la esperanza... todas parecen heridas de muerte. Las libertades que siguieron a las dictaduras, el reconocimiento de los derechos, la comunicación, el contacto, los cuerpos, el sexo, las minorías y la posibilidad del disenso. Con la luna al alcance y las fronteras situadas, con el telón de acero rasgado y la democracia liberal como bandera cuasi-universal todo se aceleró. Los medios de comunicación acompañaron y alentaron esta carrera fugaz hacia el espacio digital. Y corrimos, creyéndonos libres. Tal vez lo fuimos un tiempo. Tal vez no. Muchos crímenes quedaron atrás: genocidios y ajustes de cuentas, mujeres, gays, trans, ateos, creyentes del uno y otro lado, rivales ideológicos y enemigos de lo ajeno. ¿Quién podría limpiar el reguero de sangre y de odio? La mayoría optó por dejar pasar el tiempo, a la espera construir una nueva memori

A un chapuzón de distancia

Gambia no se ha movido. Sigue allí, en África occidental, rodeada por Senegal, excepto en la desembocadura del río que le da nombre. Por allá entraban los portugueses y británicos en otro tiempo; de allí salían los esclavos. Gambia fue tierra colonizada hasta aquel 18 de febrero de 1965. Independencia. Desde entonces, relativa estabilidad política, excepto algunos fogonazos como los de aquella breve pero intensa dictadura militar de 1994. Muchos en el mundo no se enteraron. Tampoco un recién nacido, Pateh Sabally. Debió medir 40 o 50 centímetros. Delgado, ojos oscuros, alegría para un hogar acostumbrado a la dureza de la vida en una región pobre, alimentada de la pesca y la esperanza. Pateh creció. Unos cuentan que estaba sano, otros que ayudaba a su padre en el trabajo, excepto aquellos días en que la malaria debilitó su cuerpo fuerte. Nadie sabe nada a ciencia cierta, excepto algo en lo que todos coinciden: Pateh no sabía nadar. Pateh creció aún más y, un día, bien