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Otra foto en el Egeo


Muchas palabras en aquel correo electrónico que leí de corrido. Una foto al final, de mucho peso. Tanta que a mi móvil le costó abrirla, quizá como advertencia sutil de lo que nos pasa: indiferencia a grandes sorbos, desconexión de los dramas de nuestro tiempo...

En la foto un mar, dos policías turcos y un niño muerto.

Mi contemplación silenciosa permitió aparecer a distintos sentimientos, a los que no voy a referirme por miedo a nuestra sociedad mediática, tan emotivista como indolente, tan sensiblera como inhabilitada para la acción.

Los policías, uno de los cuales sostiene al niño poco antes de la sepultura, parecen habituados a la escena. No es el primer niño. Están tan acostumbrados que no necesitan tocar. Les bastan los agarres del chaleco -¿salvavidas?-, al tiempo que les sobran los guantes. Sí, los guantes que llevan en las manos. Guantes blancos. Guantes limpios. Guantes que expresan con fuerza la distancia entre Oriente y Occidente, entre ellos y nosotros, aunque los tengamos al lado, aunque sean niños, aunque estén muertos...

Y los calcetines del niño, tan alegres y llenos de colores, tan infantiles. El resto de vida de la imagen. Los calcetines que compró la madre en el mercado. Acaso los calcetines favoritos de ese niño sin nombre. Los calcetines que no pensaron acabar así, envolviendo los pequeños y fríos pies de un niño que nunca más vivirá y que, con su muerte, amenaza nuestra falsa paz, denuncia nuestra vida acomodada, grita que es necesaria una transformación y nos desafía como ciudadanos e instituciones a abandonar la autorreferencialidad y a plantearnos en qué medida nos importan los otros y, sobre todo, si estamos dispuestos a hacer algo, más allá de nuestras disculpas, de nuestros miedos y de nuestros sentimientos...

¿Cómo comenzar?

"Pararse todos los jodidos días delante de esta foto para santiguarse quizás sin fe ni dioses, con rabia pero con esperanza, con aquella terrible esperanza entre los dientes de John Berger", proponían las palabras del e-mail, al parecer de Rafa Cofiño.

Yo, con fe y con Dios, suscribo la propuesta como punto de partida...


Comentarios

  1. Se puede sentir dolor, rabia o indignación, se puede cruzar los brazos, o sentarse a llorar. Se puede sentir con el corazón de Jesús y actuar al modo de Jesús...

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  2. ¡Ojalá nos paremos ante la foto... para que nos haga movernos y movilizarnos como personas individuales y sociedad!

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