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A un chapuzón de distancia


Gambia no se ha movido. Sigue allí, en África occidental, rodeada por Senegal, excepto en la desembocadura del río que le da nombre. Por allá entraban los portugueses y británicos en otro tiempo; de allí salían los esclavos. Gambia fue tierra colonizada hasta aquel 18 de febrero de 1965. Independencia.

Desde entonces, relativa estabilidad política, excepto algunos fogonazos como los de aquella breve pero intensa dictadura militar de 1994. Muchos en el mundo no se enteraron. Tampoco un recién nacido, Pateh Sabally. Debió medir 40 o 50 centímetros. Delgado, ojos oscuros, alegría para un hogar acostumbrado a la dureza de la vida en una región pobre, alimentada de la pesca y la esperanza.

Pateh creció. Unos cuentan que estaba sano, otros que ayudaba a su padre en el trabajo, excepto aquellos días en que la malaria debilitó su cuerpo fuerte. Nadie sabe nada a ciencia cierta, excepto algo en lo que todos coinciden: Pateh no sabía nadar.

Pateh creció aún más y, un día, bien temprano, dejó el hogar, dejó la tribu, dejó la tierra, e inició una ruta. A veces a pie, otras en furgoneta y autobús. Tal vez no. Calor y lluvia. Desiertos y bosques. Al fin, el mar Mediterráneo, que también dejó atrás.

A sus 22 años se encontraba lejos de casa, en un lugar bellísimo, con puentes, góndolas y cantos de amor amenizando los rincones. Era Europa. Entonces, no se sabe si un tropiezo o un empujón, lo tiró al río. Pidió ayuda. Recibió gritos, silencios e instantáneas. Era su momento de fama. Todos, asomados en los puentes, le tomaban fotos y le cantaban. Él movía los brazos de un lado a otro, apurando los últimos instantes de gloria televisiva. Parecía sonreír. Quizá lloraba. Todos le recordarían para siempre, dos telediarios. Luego, nadie sabe…

Esa mañana de domingo, 22 de enero de 2017, la distancia con la realidad se hizo tan grande que aquellos turistas no necesitaron televisión para sentir, una vez más, que el sufrimiento de los otros les era ajeno, aunque estuviera a tan sólo un chapuzón de distancia.

Nadie quiso mojarse. Al fin y al cabo, Gambia es una república islámica y Pateh bien podía haber resultado una amenaza…

Comentarios

  1. Terrible que nadie quisiera mojarse. Aun nadando mal se podrian haber acercado con el salvavidas ¿Que hubieran hecho con un blanco? no creo que fuera diferente o no quiero creerlo, ni puedo. Nadie sabia que era de gambia, que fuera musulman o animista o catolico, ni amenaza.

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  2. y asi ya tienes dos comentarios en tu blog

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  3. y el tercer comentario en el blog, esto no son buenas noticias, vas a tener que ir pensando en otro nombre

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