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Sillas y renuncias


Cielo color twitter. Agua descargable de la nube. Pájaros tenores del binario. Y hombres y mujeres que han dejado de saber cuál es su lugar en este injusto y complejo mundo... pero que buscan como siempre lo han hecho.

Hoy se necesitan reflexiones, opciones valientes, novedades y renuncias. Tal vez los cambios se inician de repente. Tal vez realidades nuevas están ya naciendo. Tal vez es el momento de que todos nos vayamos un poco de nuestras sillas de poder.

Yo, esta mañana, he empezado a redactar mi discurso de renuncia, aunque aún no sé muy bien qué debo dejar o hacia dónde marcharé...





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Es loco el viejo

Es loco el viejo barbudo... De un tiempo a esta parte se volvió tan franco y libre que no tiene problema en llevarse con frecuencia a sí mismo la contraria, sin dejar por ello de pensar como piensa ni de hablar lo que dice, incluso aunque a veces, prefiriendo no pensar, simplemente calle. Yo quiero de mayor ser como él, viejo, barbudo, libre y loco. Y si no llego a mayor ni me curo de lampiño, me conformo con libre y loco, que cuerdos ya los hay muchos, y no existen locos presos. Los viejos con los años se liberan de todo... ...los libres parecen locos... ...y los locos, aunque mueran, jamás envejecen. ¿Cómo no desear la libertad de cumplir años? ¿Cómo huir de la locura del evangelio?

A los locos de la historia

Breve homenaje a los locos de todo tiempo. Aquellos que se excedieron en el pensar y en el sentir. Hombres y mujeres que, yendo más allá de los patrones sociales, fueron capaces de cantar la vida y crear así las más bellas historias, llenas de música, colorido y silencio: Sueño con escuchar la más suave imagen jamás cantada. Mientras alguien se decide a dibujar su melodía y a gustar sus letras, empleo mi tiempo en oler en silencio los colores que irradia.

Todo ha cambiado

  Cada cierto tiempo alguien me dice: Martín, ¿ya no publicas lo que escribes, o es que has dejado de escribir? No tengo respuesta. O sí. A veces uno tiene necesidad de vivir, y a veces de pensar lo vivido. Y este tiempo, quizá, he estado ocupado. O perdido. O enfocado. O distraído. Qué más da. Hoy escribo para ti, así que prefiero no desvelarte lo que es mío. Necesito que antes recuperemos la confianza. Han pasado dos años. Dos años desde la última vez. Enero de 2020. Y me enfrento a ti, lector, y a mí mismo, con el pudor de dos antiguos amigos que, compartiendo mesa en la boda de un pariente lejano, se observan, como tratando de descifrar los restos de un pasado compartido, las marcas de tropezones en la cancha, pedradas en el parque, estrellas en el alma.   -¿En serio eres tú?- nos preguntamos sin apenas decir. Todo ha cambiado. Todos hemos cambiado. Te miro, mientras suena la música. Te miro y no sé quién soy. -¿Qué tal te fue la guerra? -pregunto. Poco después me arrepiento. No sé