Ir al contenido principal

Te llamo abuelo




Aquella tarde de invierno del 88 te avisaban de mi venida; yo –en mi ignorancia- lloraba sin saber dónde me adentraba. Hoy, febrero del 14, me cuentan que te marchas, que nos dejas, que casi te has ido.

Hoy eres tú quien ronda los umbrales del misterio. Soy yo quien, entre lágrimas de adulto, agradezco tu presencia y trato de soñar para ti el mejor de los futuros, aunque sea ya al otro lado del tiempo, donde sólo quedan el amor y las caricias dadas de formas tan diversas: las caricias de las mañanas de fútbol, las aventuras en el parque, los bollycaos a la salida de la escuela y las comidas de los jueves con Mikel y la abuela.

Siempre trataste de ser fuerte, tal vez por eso quisiste desde el principio que tus nietos no te llamásemos abuelo, sino Quique. Yo, ahora, mientras voy despidiéndome de ti, mientras te siento frágil y viejo, te llamo abuelo.

No sé dónde vas, dónde entras, dónde naces, pero pido a Dios por todo lo que nos dejas: una vida de la que seguir aprendiendo y mil caricias por las que seguir agradeciéndote.

Te encomiendo al Dios de la vida, de los pobres, de la misericordia.

¡Gracias Abuelo!
Tu nieto que te quiere
Martín Areta Higuera cmf
04/02/2014

Comentarios

Entradas populares de este blog

Todo ha cambiado

  Cada cierto tiempo alguien me dice: Martín, ¿ya no publicas lo que escribes, o es que has dejado de escribir? No tengo respuesta. O sí. A veces uno tiene necesidad de vivir, y a veces de pensar lo vivido. Y este tiempo, quizá, he estado ocupado. O perdido. O enfocado. O distraído. Qué más da. Hoy escribo para ti, así que prefiero no desvelarte lo que es mío. Necesito que antes recuperemos la confianza. Han pasado dos años. Dos años desde la última vez. Enero de 2020. Y me enfrento a ti, lector, y a mí mismo, con el pudor de dos antiguos amigos que, compartiendo mesa en la boda de un pariente lejano, se observan, como tratando de descifrar los restos de un pasado compartido, las marcas de tropezones en la cancha, pedradas en el parque, estrellas en el alma.   -¿En serio eres tú?- nos preguntamos sin apenas decir. Todo ha cambiado. Todos hemos cambiado. Te miro, mientras suena la música. Te miro y no sé quién soy. -¿Qué tal te fue la guerra? -pregunto. Poco después me arrepien...

No te rías si te hablo del satisfyer

  Nutrición, relación,  fin de curso. Nutrición, relación, fin de curso. Nutrición, relación, fin de curso. Año tras año, el mismo maldito orden en el temario de Biología y Geología. El destino -por no culpar a nadie- que mantenía a los alumnos a la espera de llegar por fin al tema tabú, el que despertaba las reveladoras sonrisas, el sexo. Bueno, sí, oficialmente "reproducción". Pero para todos, el sexo. Tantas cosas han cambiado. Las escuelas se llenan de letras que se explican con más normalidad cada vez. La L. La G. La T. La B. La I. Y hasta la A y la Q en ocasiones. ¡Lo que saben los niños de hoy en día! Todo cambia, y es necesario que seamos nosotros los que cambiemos. Si no, lo harán otros. Y una manera de cambiar es vencer los tabús, las risillas tontas que insinúan curiosidades no resueltas, miedos escondidos y culpas estancadas. Yo ya he empezado. El otro día, sin ir más lejos, en una conversación con adultos, usé la palabra de moda: "sa...

La paradoja de la manzana

La vida está llena de paradojas, y creo que en el símbolo de la manzana se resume una bastante común. La paradoja de la manzana. Mi nacimiento no fue tan peculiar como el de Gila (“ mamá, que he nacido ”). Algunos se alegraron, y la mayoría permaneció indiferente. Yo era muy distinto por aquel entonces (finales de los 80). No sufría por tener que levantarme temprano, y tampoco me gustaba quedarme trabajando de noche. No entendía a los filósofos. Ni siquiera sabía leer. Solamente entendía a mi abuela con sus expresiones de abuela: como ese sonoro “ ajajayyyyy ” acompañado de un rápido “ qué-bonito-es ” y de asfixiantes muestras de cariño. De hecho, tardé unos meses llegar saber qué era eso de “ qué bonito es ”. Todo era muy sencillo en los primeros tiempos de mi vivir en la tierra. Yo no tenía dientes, pero tampoco me hacían falta. Todo lo que me daban era líquido. Primero leche y agua, después un rico batido de manzana y plátano. Poco a poco la cabeza me fue creciendo. Yo no paraba...