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Brazos abiertos - Open Arms



¿Dónde está la rabia, Señor, que un día albergó mi corazón, al contemplar la injusticia? ¿Dónde se esconden la firmeza y la furia de reconocerme al menos capaz de gritar que nuestro mundo deja morir sin piedad a los pobres? ¿Será que consumí tantos Ayllanes que ya ninguno me sorprende ni escandaliza? ¿Será que me cansé de pedir a Dios un alma sensible? ¿Será que no me importan, que nunca me importaron los que cruzan el mar? ¿Será que me desentendí de todos y de todo? ¿Será que me engañaron haciéndome pensar que nada podía cambiar, y mi corazón se apagó? ¿Será que me quedé encerrado en un bucle ruinoso de horarios y tareas? ¿Será que la guerra entre el egoismo y la justicia esperanzada se libró con derrota dentro de mi, mientras la que acontece fuera afronta sus últimas batallas? ¿Será que la peligrosa humildad de saber que no tengo demasiado poder en mi mano acabó por llevarme a la rendición? ¿Será que la falta de fe mutiló mis brazos, y permanezco ahora, sentado, incapaz de abrazar y de pedir que al menos sean otros quienes abran sus brazos?

No soy la voz de quienes no tienen voz. No me han pedido que hable. No sabría qué decir. Sólo soy parte de un mundo al que le cuesta abrazar. Y es que abrazar es morir un poco, compartiendo dolor, esperanza, clavos y cruz...

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Es loco el viejo

Es loco el viejo barbudo... De un tiempo a esta parte se volvió tan franco y libre que no tiene problema en llevarse con frecuencia a sí mismo la contraria, sin dejar por ello de pensar como piensa ni de hablar lo que dice, incluso aunque a veces, prefiriendo no pensar, simplemente calle. Yo quiero de mayor ser como él, viejo, barbudo, libre y loco. Y si no llego a mayor ni me curo de lampiño, me conformo con libre y loco, que cuerdos ya los hay muchos, y no existen locos presos. Los viejos con los años se liberan de todo... ...los libres parecen locos... ...y los locos, aunque mueran, jamás envejecen. ¿Cómo no desear la libertad de cumplir años? ¿Cómo huir de la locura del evangelio?

A los locos de la historia

Breve homenaje a los locos de todo tiempo. Aquellos que se excedieron en el pensar y en el sentir. Hombres y mujeres que, yendo más allá de los patrones sociales, fueron capaces de cantar la vida y crear así las más bellas historias, llenas de música, colorido y silencio: Sueño con escuchar la más suave imagen jamás cantada. Mientras alguien se decide a dibujar su melodía y a gustar sus letras, empleo mi tiempo en oler en silencio los colores que irradia.

Todo ha cambiado

  Cada cierto tiempo alguien me dice: Martín, ¿ya no publicas lo que escribes, o es que has dejado de escribir? No tengo respuesta. O sí. A veces uno tiene necesidad de vivir, y a veces de pensar lo vivido. Y este tiempo, quizá, he estado ocupado. O perdido. O enfocado. O distraído. Qué más da. Hoy escribo para ti, así que prefiero no desvelarte lo que es mío. Necesito que antes recuperemos la confianza. Han pasado dos años. Dos años desde la última vez. Enero de 2020. Y me enfrento a ti, lector, y a mí mismo, con el pudor de dos antiguos amigos que, compartiendo mesa en la boda de un pariente lejano, se observan, como tratando de descifrar los restos de un pasado compartido, las marcas de tropezones en la cancha, pedradas en el parque, estrellas en el alma.   -¿En serio eres tú?- nos preguntamos sin apenas decir. Todo ha cambiado. Todos hemos cambiado. Te miro, mientras suena la música. Te miro y no sé quién soy. -¿Qué tal te fue la guerra? -pregunto. Poco después me arrepiento. No sé