Después de la tormenta llega la calma, a veces calma tranquila, otras calma atormentada que grita callada en el corazón del hombre. Corazón que decidió enjaularse por miedo a lo ajeno, por temor a ser visto. Corazón apresado, hecho a sí mismo jaula donde los pedros ladran, mordiendo a veces.
Abramos las cancelas, aunque entre el calor y la tierra de este mundo agostado; aunque el frío queme, como escribe Mario. Abramos, con Juan, las ventanas, que el miedo es un cáncer que se cura con el viento.
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